Con vergüenza ni se come ni se almuerza

Uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos a la hora de aprender un nuevo idioma es la timidez que sufrimos cada vez que tenemos que intervenir de forma oral durante las clases. El miedo al ridículo comienza en las aulas cuando uno se esfuerza por leer con una pronunciación adecuada o expresarse de forma correcta en el idioma estudiado y, como consecuencia, se oyen unas risitas altamente molestas por parte de nuestros compañeros. Esto se traslada también a las academias y el resultado es una caída drástica en la moral del sujeto. No es la falta de conocimiento la que entorpece el progreso, sino la falta de confianza en uno mismo.

Sin embargo, lo que no cesamos de olvidar es que estamos rodeados por compañeros que se encuentran exactamente en la misma situación que nosotros. De lo contrario, estos estarían en un nivel superior.

El planteamiento debe ser el siguiente: ya que hemos decidido no solo dedicar un tiempo complementario a una formación extra, sino que también hemos invertido económicamente en dicha formación, ¿por qué no exprimir al máximo esta experiencia?.

Algo en lo que fallamos en comprender cuando comenzamos un curso determinado con el objetivo de alcanzar el siguiente escalón, es que el aprendizaje de un idioma no solo se limita a dominar por completo las estructuras gramaticales; debemos comenzar a emplear verbalmente todas aquellas piezas que hemos ido lanzando durante semanas al saquito mental que tenemos por cerebro. Si lleno mi saco, pero no le doy un uso continuado, el saco termina resultándome inútil.

Deja tu libreta a un lado, deja de mirar a la mesa rehuyendo la mirada del profesor cuando plantea una pregunta en voz alta y comienza a hablar.

Durante el primer día, tu discurso será invadido por muletillas como ‘’eh…’’ o ‘’mmm…’’ que harán que la expresión no sea fluida. No te preocupes, es común y necesario. Estás rebuscando en el saco, catalogando rápidamente todo lo que has incluido en él e intentando encontrar el objeto adecuado para el momento. Durante el segundo día, intentarás utilizar las mismas fórmulas que empleaste el día previo y que tu profesor te corrigió, dado que había errores que había que pulir. Al tercero, casi habrás cometido de nuevo el mismo error. No obstante, una rápida y dulce mirada de complicidad por parte del profesor te hará recordar haciendo que tú mismo recapacites y te corrijas. ¡Estupendo! Ya hemos desbloqueado un nuevo nivel; ya hemos aprendido a prestar atención a lo que decimos. ¿Hace falta que mencione lo que pasará el cuarto día? Estaréis de acuerdo conmigo en que no…

Keep it up and… LET’S TALK!

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